11/11/10

Artigo de opinión de Fernando Ónega

Publicado en La Voz de Galicia o 10/11/2010:

No se puede esperar nada de España

Ante el Sáhara no cabe la distancia ni la frialdad. Hace solo 35 años era una provincia española. Lejana, colonial, en nada parecida a la Península ni a las Canarias tan próximas, pero provincia. Hoy, cuando las emisoras de radio llaman a los vecinos de El Aaiún para que narren lo que están viendo, todavía hablan un castellano perfecto. España es, además, el único lugar del mundo donde el sacrificio de ese pueblo encuentra algún eco: ayer, después de la destrucción del campamento de la protesta, y a pesar de la dureza de las imágenes, ningún periódico europeo destacaba la noticia en su primera página. La prensa española, esa que irrita tanto al Gobierno marroquí, era la única que lo hacía: señal de que tenemos la sensibilidad a flor de piel. En los sentimientos, los asuntos del Sáhara siguen siendo asuntos internos de España. En la política, fría y pragmática, no hay sentimientos. Solo hay intereses.
Y son esos intereses los que han maniatado siempre a los gobiernos españoles. No hubo ninguno que haya conseguido encauzar la situación de la antigua provincia. Al revés: todos han producido la impresión de que la encomendaban a la más que dudosa suerte de la propiedad marroquí. Diplomáticamente, se comprende: la política exterior es un entramado de combinaciones, chantajes más o menos sutiles, concesiones y compensaciones sujetas muchas veces al secreto de Estado. En el caso de Marruecos, mucho peor, por razones que abarcan desde Ceuta y Melilla al control de las pateras, pasando por la inagotable capacidad de maquinación de la corte de Mohamed VI.
A los pobres habitantes del Sáhara les tocó pagar las consecuencias. los apoyos que encuentran son de movimientos de izquierda, que olvidan sus compromisos en cuanto llegan al poder. y en esas estamos ahora. Es posible que Zapatero o Trinidad Jiménez hayan participado en alguna manifestación de apoyo al pueblo saharaui. Hoy, que tienen las riendas del poder, nuestra flamante Ministra de Asuntos Exteriores se limita a decir que el Sáhara no es un problema bilateral, que tiene que resolverse en el foro de las Naciones Unidas, o que hay que impulsar el diálogo entre Rabat y el Frente Polisario. No es menosprecio del pueblo saharaui; es que el Gobierno español tiene sus manos atadas, como las han tenido los anteriores.
Por tanto, la conclusión es bien triste: los habitantes del Sáhara no pueden esperar casi nada práctico de la amistad española. Están a merced de Marruecos, que actúa sin escrúpulos y al servicio exclusivo de su causa expansionista. Si entran en conflicto bélico, y nada invita a descartarlo, serán devorados por el más poderoso, con la incógnita de qué hará Argelia. Y todo eso, a unas millas de las Canarias.

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